Esta es la cuarta entrega sobre las cintas de Satoshi Kon, visionario director que no sólo revolucionó la animación japonesa, sino que me atrevería a decir que impacto el cine y la cultura audiovisual japonesa en general. Ahora hablaré de Paprika, la última cinta completada por Kon en 2006 antes de que falleciera a causa de un agresivo cáncer pancreático en 2010. Kon dejaría incompleta The Dreaming Machine, la cual se intentó terminar con Mamoru Hosoda (The girl who leapt through time, Wolf children, Belle, Mirai, The boy and the beast) en la dirección, sin embargo, Masao Muruyama, productor del proyecto y fundador de estudios de animación como Madhouse y Mappa; desistió de la idea y ha optado por detener el proyecto.
Paprika se estrenó en el 63 Festival de Venecia en donde fue recibida con muy buenas críticas, además de haber sido selección oficial tanto del festival mencionado como del Festival de Cine de Nueva York. La afamada crítica de cine del New York Times, Manohla Dargis inclusive llegó a decir que Paprika “es la evidencia de que los animadores japoneses están tratando de alcanzar la luna, mientras que sus contrapartes estadounidenses permanecen en el arenero para niños”. Fue, en suma, la muestra del potencial del talento de Satoshi Kon. Es una cinta cuyo espectáculo visual rebasó las cintas anteriores, aunque no es por esto la mejor de las cintas del director, eso será una discusión que depende enteramente por gustos. Pero mostró la capacidad de Kon para narrar visualmente, por lo que es, sin dudas, su cinta que es más impresionante en términos de animación.
A grandes rasgos, la cinta narra a un grupo de científicos que han desarrollado una máquina que permite visitar los sueños de otras personas. Alguien roba la máquina y la trama se desenvuelve alrededor de la búsqueda del aparato. La visualidad y el arte de la animación explotan a medida que la narrativa se adentra en los sueños de los personajes. Kon logra general algo que muchas veces se intenta pero pocas veces se logra, y es que el arte reflejo el drama interior de los personajes. La mayoría de las veces la animación queda dislocado del drama de los personajes y tenemos piezas visuales hermosas pero completamente alejadas al drama y al mundo interior de los personajes. En este sentido, la animación se vuelve un accesorio para el drama y la narrativa. El éxito de Kon en Paprika es que precisamente logra evitar esto. Por el contrario, toda transformación visual de los personajes y de sus ambientes tienen un correlato con las emociones que experimentan. La animación no es algo distinta la narrativa, sino que, es una forma de contar una historia. Los animadores deben ser capaces de mostrar una narrativa en imágenes específicas que no se pueden lograr por otro medio y Satoshi Kon lo logra en esta cinta, si se me permite, más que en cualquiera del resto de sus cintas.
A medida que la trama avanza, la realidad y los sueños se comienzan a mezclar hasta que los sueños invaden la realidad, y aquí puede ser la declaración más arriesga en toda la filmografía de Kon: no hay diferencia entre los sueños y la realidad, declaración que hace resonancia en la tradición del cine, críticos y teóricos del cine como André Bazin ya lo mencionaban, así como grandes directores como Akira Kurosawa, específicamente en su cinta Dreams, y el gran Piel Paolo Pasolini tanto en sus cintas como en sus escritos. Satoshi Kon lo intuye, el cine, la realidad y los sueños son uno mismos mezclados en la pantalla. No me parece una mera casualidad que su siguiente cinta, aquella cinta incompleta que mencioné en líneas arriba se llamara The Dream Machine. Desafortunadamente la muerte prematura del director nos impediría observar hasta donde llegarían sus sueños.