Piedad

ManuelDz   1 marzo, 2023

En mi opinión, Piedad del 2012 es una de las mejores películas del director coreano Kim Ki-duk. En una filmografía destacable, Piedad sobresale como una reflexión sobre la violencia y cómo afecta atraviesa la vida de las clases menos privilegiadas en Corea del Sur. Alejada de cualquier imagen maquillada propia del cine comercial coreano o de los doramas, la Corea representada en Piedad es un lugar horrible, sucio, hecho de cajones y comercios abandonados. Los habitantes de esta Corea son trabajadores desposeídos que se ven obligados a pedir dinero a prestamistas y que después, enviarán a sus cobradores a golpearlos. Es una muestra contradictoria de la promesa coreana que presenta al país como una potencia tecnológica de edificios de cristal y oficinas lujosas.

Siguiendo la tradición de Burning Lee Chang-dong o Parasites de Bong Joon-ho, Piedad hace una crítica a la falsedad de la vida en Corea del Sur por medio de una historia un cobrador que mutila a quienes fallan en pagar su deuda. No es hasta que aparece una mujer diciendo que es su madre que el cobrado empieza a cambiar. Sin embargo, la violencia siempre está presente. Hay una violencia estructural por parte de la sociedad hacia los trabajadores, quienes terminan por vivir en condiciones casi infrahumanas, y una segunda violencia, producto de la primera; la cual es ejercida entre los habitantes de estos barrios bajos. En una suerte de depredación mutua, los moradores de estos callejones abandonados terminan por cometer actos violentos entre sí como forma de supervivencia. Todo, como no puede ser de otra manera, acaba mal.

El director acentúa estas condiciones por medio de una imagen deslucida, sin mucha corrección ni edición. Las tomas son tambaleantes, como si él nos quisiera indicar que aquí no hay artificios y todo es mucho más orgánico. No hay escenografías y todo se filmó en locación. La anécdota en particular no será “verdadera” en un sentido estricto, pero retrata la vida de las personas abandonadas por el sueño surcoreano.

Piedad es, sin duda, una de las mejores cintas de los últimos veinte años en el cine de Corea del Sur, pero puede ser una experiencia estresante. No es simplemente la temática o la narrativa, hay escenas de violencia que pueden incomodar al espectador. Particularmente una de violencia sexual. Sin embargo, la experiencia misma del visionado de la película obliga al espectador a enfrentarse con la propia temática de la violencia como parte del tejido social de Corea del Sur. Probablemente no será para todo el espectador y querrá parar después de la secuencia en cuestión. Pero si el espectador decide continuar podrá ver una cinta única y particular que no forma parte ni del cine hollywoodense ni del cine comercial promocionado por el gobierno coreano. Me parece que el director precisamente busca incomodar al espectador y lo logra con un ejercicio fílmico como pocos.