Esta es la tercera entrega dedicad al director Satoshi Kon, quien falleciera el 24 de agosto de 2010 y que nos dejara con cuatro grandes cintas de la animación japonesa. Kon, como ya lo he mencionado en las otras dos entregas dedicadas a Perfect Blue y a Millenium Actress, revolucionó con su forma de narrar con imágenes, la animación japonesa. La cinta de la cual escribo en esta entrada es Tokyo Godfathers o Héroes al rescate, título que se le dio en nuestro país; y narra la historia de tres personas en situación de calle: el alcohólico Gin, una mujer trans llamada Hana y una adolescente que escapó de casa, Miyuki, encuentran a una bebé que llaman Kiyoko. A lo largo de la cinta, veremos el viaje de los tres para reunir a Kiyoko con sus padres, al tiempo que se revelan los dramas familiares del trío y la razón por la cual cada uno de ellos ha decidido vivir en las calles.
Narrativamente hablando, esta película es la más tradicional en cuanto a estructura se refiere. A diferencia de Perfect Blue y Millenium Actress, no hay un juego de distorsión entre la ficción y la realidad, así como la percepción de los personajes sobre lo que están viviendo. Por el contrario, el drama es en realidad un drama familiar sobre las decisiones que cada uno de los personajes tomaron, así como la manera de enfrentar las consecuencias de sus actos. Por tal motivo, Kon decide abandonar cualquier recurso metaficcional para centrarse en contar una historia sobre una familia improvisada integrada por personajes completamente solitarios y abandonados por la sociedad. En una gran secuencia, Gin, un hombre de mediana edad alcohólico, decide cuidar a un viejo también en situación de calle. Ahí, en la tienda en un parque hablan de sus lamentos hasta que son golpeados por un grupo de adolescentes. El abandono es total, el comentario es sobre la violencia implícita y explícita de una sociedad sobre aquellos más desprotegidos es claro. Ante tales circunstancias, aquellos que están en situaciones vulnerables se ven obligados a formar sus propias familias para protegerse.
El hecho mismo de que estos tres personajes estén juntos se debe a ese principio de vulnerabilidad, mismo que se hace fehaciente cuando deciden proteger a la bebé. Ahí, Hana, proyecta sus deseos de ser madre a pesar de ser no ser capaz de serlo. Esto, además, es un punto alto grado de sofisticación narrativa. Hana siempre es un personaje completo con un mundo interior complejo. No es una caricatura de un hombre disfrazado de mujer, muchas veces presentado como punto cómico en las cintas japonesas. Hana es una mujer y el tratamiento respetuoso y serio del personaje muestra un claro adelanto a su época, particularmente en una sociedad tan conservadora como la japonesa, la cual es inclusive hasta violenta con las personas de las comunidades LGBTTIQ+.
El estilo de contar más tradicional es una decisión para dar luz al drama entre los personajes y al mundo interior de los mismos. No importa la realidad, sino las emociones que abordan cada uno de ellos y la manera en que se puede ser humano sin importar las circunstancias. En una secuencia, Hana se hace amiga de la esposa de un hombre que la ha secuestrado. El vínculo es el rol de ser madres y una maternidad compartida por dos mujeres en situaciones complejas. Ahí, me parece, es el mensaje importante de la cinta y lo que el director quiere decir: sin importar quiénes sean, se puede encontrar conexiones entre personas muy diferentes, al grado de llamarse familia.